ERNESTO EFE

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Ernesto Efe, alcohólico por amor y anónimo hasta este instante. Nació a los nueve meses después de una tarde de amor entre dos patos enfermos de gripe. De eso hace exactamente no me acuerdo. Ernesto efe pocas veces habló… se dice que el padre era un enano de cuerpo pero de corazón grande, tal grandeza había en su pecho y en su estómago que llevaba una caretilla de obrero para cargar una tonelada de silencio, abrazos en el tintero y los bigotes de un santo. Su madre, hija de un señor de manos de pincel y demasiado bohemio para alimentar peces, bebedor de lunas, de bares de viejos que los bebe la grapa en cada buche sosiego del tiemblo por vos esta noche. Y ella, peregrina también, cruzó el océano sin entender todavía el olor a ruda de los brujos.
Ernesto Efe amante de la botánica casera, de grandes manos imaginarias para acariciar planta de la risa y buen espíritu. Es de estatura mediana y de un par de ojos normales castaños de tierra y cielo. Tiene dos brazos, uno para sostener la mano que escribe y tira piedras a las patrullas policiales, y la otra hacedora de pajas suburbanas.
Todos los días cuando suena el despertador lo primero que hace es abrir los ojos y calzarse… camina hacia la playa, escupe a la primera gaviota que grazna desafinada idiota, tira piedras al agua desde la orilla, desde la arena que hunde, la que derrota, -a lo lejos simple y austera normal patética sin llanto- abstracta pena que llevan los que no saben el rumbo porque en verdad no hay rumbo en un mundo que gira.

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A los siete años conoce la marihuana donde se juntan dos calles, bajo una luz seca de voltios y mosquitos. Ahí conoce a la tribu sin grafitis de colores donde la mitad del barrio esta muerta y la otra mitad esta borracha. Fumará siempre por venganza le oí decir una vez sin entenderlo. Al décimo cumpleaños amigos de la novia media putita pero linda, lindas tetas y olor a orin lo invitaron al baño y le peinaron dos rayitas blancas escamas de un pez nocturno y testaferro, olor a tigre todos los que mueven las quijadas, desde entonces mastica un chicle invisible.

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Ernesto Efe es abogado y testaferro, periodista de la corte y escribano constructor. Realizó un curso de informática y diseño gráfico. Trabaja haciendo afiches de ladrones y terroristas buscados y peligrosos a los cual tiene un entrañable cariño. Habla poco para no mostrar los dientes amarillos y podridos por una piorrea crónica que heredó de su bisabuela esquimal, por eso lleva el bigote largo y oscuro como su chaqueta de cuero. De su madre heredó la manía de comerse las uñas a toda hora, incluso cuando duerme y no sueña.

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De su padre hábil timador y mujeriego heredó un olfato especial para captar gatas en celo y toquetearlas en el metro sin que se den cuenta. Ernesto efe vende su cuerpo a viejos degenerados por las noches, los pelados reprimidos y sudosos son sus clientes más acérrimos. Aparte del sexo, es su confidente por sus pocos años que estudio psicología en Praga. Mientras le succionan el pene les aconseja acariciándoles cariñosamente la crisma calva y les seca con amor de madre la fila de gotitas de sudor. Esta cualidad no nos debe extrañar ya que Ernesto Efe es un hombre de bien y de buenos sentimientos.

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Ernesto efe sólo comía pan y setas baja en calorías y buena dosis de alucinógenos, cosa que lo vistió de un manto de misterio y misticismo. Decidió vivir en la azotea de una casa abandonada en el casco antiguo. Se atrincheró en esa cueva sin techo, toda su juventud y parte de la madurez hablando solo con los gatos abandonados y viejos maleantes que trafican por los techos llevando paquetes y televisores ajenos. También llegó algún ocupa, y a entablar relaciones promiscuas noches de pastillas y guitarreadas.

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Ernesto efe pasea a su perro muerto todas los días cuando el sol se vuelve austero convirtiendo la plaza del pueblo en algo violeta. Por su devoción al nihilismo nunca aceptó la muerte de su querido mamífero fiel, envenenado por un pedazo de carne con vidrio y luego atropellado por un taxista drogado, de esto hace tres años y medio.
Ernesto pasea este novillo de pelos, huesos, colmillos entre jirones de cuero y viseras, órganos y tendones, pezuñas, babas y el intestino bordeando el lomo y al final del rabo un enjambre de moscas verdes aletea nervioso a los gusanos sin preocuparse por los transeúntes.

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Ernesto efe carga con una enfermedad que para nada le inquieta, es zoofílico crónico.
Es tal el amor carnal hacia los animales que al verlos le invade una sensación tan placentera que lo hace alucinar. Su perra boxer de manchas grises tiene las caderas dislocadas por las continuas violaciones nocturnas pero al final como todo animal domestico se acostumbró a las actitudes extrañas de su amo. Peor suerte tuvo el gato negro que se suicido tirándose por el balcón una noche de frenesí entre pastillas y alcohol pero antes de tirarse logro arañarle un huevo dejando a Ernesto desangrándose en el living.

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Primero un aire frío le atravesó la frente como una bandada de navajas oxidadas, las venas de las nubes se incrustaron en los ojos y perdió el norte, perdió el sur que le quedaba en el bolsillo el mapa arrugado de su frente, perdió un inmenso mar desierto
encontrado en los periódicos viejos amarillos y juro venganza.
Su vida cambió en un segundo, giro la vista encolerizado por el sol que le caía perpendicular y se dirigió babeando hacia el banco de la plaza donde un par de jubilados tiernos y arrugados alimentaban palomas y recordaban cuando reían.
Un nervio ordenó al brazo derecho golpear fuertemente al viejo de boina atrás de la oreja izquierda y la sordera murió al caer el cuerpo entre las piedritas marrones, otro nervio ordenó al pie de Ernesto incrustarse en la cara del otro viejo que se cagó en dios y en su pantalón de lino al retumbar su esqueleto.

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Ernesto efe todos los días a las ocho menos cuarto de la mañana saca al balcón húmedode un sexto piso en ruinas a su abuela embalsamada , un balcón de baldosas agrietadas y tristes plantas de plástico azul. Saca a su abuela a su terraza fétida a tomar sol a cucharadas lentas matinales amarillas cálidas somnolientas, enpastilladas mañanas sin razón sólo buscar la paz en la tenue luz de la cueva y la abuela ahí embalsamada en su sonrisa, en su dentadura postiza gris de porcelana pequinesa, con su bastón de cedro tallado y rematado en níquel barato, con su mantón negro, con su peineta de bronce incrustada en la mollera canosa y brillante, esta ahí sentada con sus manos apretando el rosario de piedritas rojas. Ernesto efe saca a la abuela todos los días al balcón como un gesto automático de ternura a la vejez y a la idea obtusa y necia de no reconocer la muerte de un pariente.

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Fuma Ernesto efe empedernido murciélago, triste alón su triste ala marrón durmiendo al revés del mundo, al revés de su camisa del cigarro pintando de amarillo al diente muerto de frío. Fuma Ernesto todo el día su saliva cosechada en la ventana, la flor creciendo en el tórax la xilografía del vientre, fuma y entristece canta y bebe, fuma. Ernesto efe fuma mariposas y polillas, escorpiones espantapájaros y pájaros también con filtro.
Fuma condenado como en el patíbulo esquina, canta y bebe, fuma.

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Ernesto efe tiene hambre y sed sueño y dolor, camina endeble por la acera y cree en un dios con tetas y barba fina de muchos brazos y una herida en el costado, violeta casi morada. Fríe huevos en su vientre y friega sus ingles leyendo el periódico. Hace crucigramas mirando las soluciones, mira el horóscopo y mira defunciones bodas o jolgorios. Habla inglés fluidamente baila flamenco y teatro para niños autistas, trabaja disfrazado de papa Noel en navidad y es portero de un club nocturno. Es portero en un asilo y vende puertas en la avenida de enfrente en la carpintería del centro, vende puertas sin timbre esperando al abrirlas encontrar algo semejante al amor o a una lluvia de verano. Las abre las cierra las abre y sigue teniendo hambre sigue teniendo sed sueño y dolor.

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Ernesto efe sube la escalera y jadea su sombra china un perro cansado y boquea su pez en el rellano buscando plancton en la humedad del pasillo. Sube al ascensor y aprieta todos los botones mientras babea el espejo y susurra un tango amargo. Sube al autobús y le declara el amor a los conductores y sube la estadística de accidentes. Sube a un andamio almuerza algo envuelto en papel de aluminio y mientras mastica piropea a todas las hembras que cruzan la vereda taconeando. Dejara caer su esqueleto y subirá el riesgo laboral.

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Antes Ernesto apoya los pies en la alfombra peluda, iza la palanca del fémur su esqueleto azul marino lana tejido de fieltro, amarillo su tejido y su quejido azul también Ernesto efe su ropa de dormir, su camisón raído y viejo. Hace sonar los dedos y gira el cuello su garganta de lata, su garganta jirafa enana incendiada de Dalí y hace el primer paso, mueve el pie sus dedos atrofiados sus uñas encarnadas, sus tobillos.
Arrastra los pies rascándose el culo, rascándose la nuca, olfateando, el aire nuevo buen día, hombre desdeñado, buen día hombre.

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Ernesto efe cuando tose contagia cataratas en los ojos de los otros que le miran, sufre anemia y para eso hay pastillas que guarda bajo su lengua, padece escamas en los costados dice treinta y tres y deja salir el aire y trozos del pulmón. Vuelve a toser y contagia lepra gripe mal de ojo acné bajo vientre hinchado, malaria sarampión y viruela a todos los que toca su pupila la tos del fumador. Sufre Ernesto cirrosis hongos en la entrepierna culebrilla en el pescuezo ganglios inflamados mareos vómitos cefaleas, asma páncreas de otro otitis caries lumbago quiste en el colon, retraso mental problemas motrices ve gente muerta y un poco de fiebre que baja tomando aspirinas.

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Cuando Ernesto efe habla se corta el aire, el techo sigue negro las nubes no se ven la lámpara sigue sin voltios y las migas siguen armando constelaciones en el mantel.
Cuando Ernesto habla todo lo que pueda tener vida queda inmóvil como árbol sin viento viejo molino oxidado. Cuando Ernesto efe habla las moscas aprovechan las bocas bobaliconas para hacer nido meterse aparearse cien veces incubando alitas transparentes, los cantante silencian sus baladas, callan los silbidos de los trenes, se tapan el pico jilgueros cacatúas y tucanes, los musiqueros errantes vuelven a hacer sus camas y saludan a sus madre y los roqueros bajan el volumen para que Ernesto siga su oratoria. Cuando Ernesto efe habla desde su celda cree que lo estamos escuchando.

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Pobre diablo Ernesto efe, pobre infeliz, cree todavía en los milagros en la magia china y en la pata del conejo, en el tarot y el orate atrás del reloj pulsera. Cree todavía en el solsticio precipicio en el baúl en el cajón de abajo en la estantería, cree en la reencarnación y que mañana será una foca apaleada por la piel. Pobre diablo Ernesto efe, pobre infeliz, cree que tiene una tumba y no sabe que no hay lugar donde caerse muerto, no hay torta de cumpleaños ni payaso ni fiestita, no hay regalo ni es rosada la vida que le ha tocado y está el cartel de cerrado en la puerta de su frente, pobre diablo, pobre infeliz.

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